© Tomás Bernal Benito 2021 Web realizada P.L.C.F.
Buenas tardes. Me llamo Tomás Bernal y soy el ponente que pasado mañana os hablará de la iglesia del Temple. Lo de hoy, lo de la ruta Templaria, es una idea de don José María Fernández Núñez, que casi todos conocéis, y que me ha embarcado en esta aventura. Resulta que me pone un WhatsApp diciéndome: Tomás, ¿qué tal una ruta Templaria el 29 de abril? Y yo, inocente de mí, le digo: vale, apúntame. Y va y me contesta: ya estás apuntado, la vas a dar tú. Pues lo que tú digas, le contesté. Aclarada esta cuestión, informaros que hay que tener mucha imaginación para hacer una ruta Templaria en Zaragoza, cuando la única referencia que tenemos del Temple es el rótulo de la calle. ¡Y menos mal que nos lo han respetado! Qué si no, ni eso… Visto lo que hay, os voy a pedir a todos imaginación, porque realmente no vais a poder ver nada, tan solo haceros una idea de dónde estaba la iglesia, medidas, cómo era, dónde estaba el convento, el horno, los lugares donde se encuentran las dependencias subterráneas templarias… Mirad, de las bodegas sí que se podría hacer una ruta, si nos dejasen los dueños de los establecimientos bajar a verlas todas. Bueno, para empezar a situarnos, vamos a hacer una breve historia de Zaragoza, pero de este entorno. De este entorno maravilloso, qué es mágico, y que está impregnado de buenos espíritus. Este lugar (estamos situados en el centro de la plaza de Santa Isabel, o San Cayetano), que está presidido por la escultura de la Samaritana, realizada por la empresa Averly en 1886, y que durante muchísimos años estuvo en los jardines de La Seo, cuando la plaza del Pilar se dividía en tres plazas diferentes: la del Pilar, la de La Seo y la de Huesca (situada más o menos donde está ahora la Bola del Mundo), es un lugar sagrado, lleno de buenas vibraciones. Vamos primero a situarnos en la Historia y os cuento el porqué de mis palabras. Zaragoza, Cesaraugusta, fue fundada en el año 24
A.C., por el gran Cesar Augusto. El ritual de fundación, de origen etrusco, pero de gran importancia para los romanos, se conocía con el nombre de deductio, y consistía en trasladar un trozo de Roma a la nueva ciudad que se iba a fundar. Para ello, un Augur, un sacerdote, procedía a labrar la madre tierra con la ayuda de un par de bueyes, uno de cada color, blanco y negro, y un arado con la reja de bronce. El sacerdote hacía un dibujo, una especie de rectángulo con dos calles que se cortaban entre sí, y en sus extremos se colocarían las cuatro puertas de la ciudad. El Cardus, norte-sur, con la puerta del Puente y Cinegia. Y el Decumanus, este-oeste, puerta de Valencia y de Toledo. Tras bendecir el perímetro, dentro de estas murallas moraban los buenos espíritus, las buenas vibraciones, y los malos quedaban fuera. Pues bien, estamos al lado mismo del Decumanus, la calle que durante mucho tiempo fue la calle más larga de Zaragoza, con aproximadamente 851 metros, que luego sería la calle Mayor, hasta 1860, y que ahora es Manifestación, y anteriormente Arco de Toledo. ¿Por qué dejo de llamarse Mayor para cambiar por estos nombres? Porque en ese tiempo, el alcalde Antonio Candalija tenía un sueño, hacer una calle totalmente recta que permitiera desde el Coso, ver el Pilar. Y así se levantó la calle Alfonso I el Batallador. Candalija, en 1868, cuando triunfó la revolución llamada La Gloriosa, como era vehemente Isabelino, tuvo que huir de la ciudad montado en burro, vestido de baturro. Y de esa guisa regresó a su Andújar natal. La reina Isabel II y Candalija salieron al destierro, casi al mismo tiempo. Pues bien, la nueva calle dividió a la calle Mayor en tres tramos. Siguió llamándose Mayor el tramo de la calle don Jaime a la plaza de la Magdalena. El de don Jaime a Alfonso, Espoz y Mina, y este último, el que vemos aquí, Manifestación. ¿Por qué Manifestación? Pues en recuerdo de los manifestados. Ahí, al final de la calle, estuvo situada la puerta de Toledo, o Arco de Toledo, que como ya he dicho antes dio nombre a la calle. Dicen que era la puerta más bonita de todo Zaragoza. Esta dibujada en la pared, ahí enfrente. Era toda de hierro y tenía dos torreones almenados, que
Charla peatonal Templaria I Congreso de Zaragoza - Historia Medieval - La Orden del Temple
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Buenas tardes. Me llamo Tomás Bernal y soy el ponente que pasado mañana os hablará de la iglesia del Temple. Lo de hoy, lo de la ruta Templaria, es una idea de don José María Fernández Núñez, que casi todos conocéis, y que me ha embarcado en esta aventura. Resulta que me pone un WhatsApp diciéndome: Tomás, ¿qué tal una ruta Templaria el 29 de abril? Y yo, inocente de mí, le digo: vale, apúntame. Y va y me contesta: ya estás apuntado, la vas a dar tú. Pues lo que tú digas, le contesté. Aclarada esta cuestión, informaros que hay que tener mucha imaginación para hacer una ruta Templaria en Zaragoza, cuando la única referencia que tenemos del Temple es el rótulo de la calle. ¡Y menos mal que nos lo han respetado! Qué si no, ni eso… Visto lo que hay, os voy a pedir a todos imaginación, porque realmente no vais a poder ver nada, tan solo haceros una idea de dónde estaba la iglesia, medidas, cómo era, dónde estaba el convento, el horno, los lugares donde se encuentran las dependencias subterráneas templarias… Mirad, de las bodegas sí que se podría hacer una ruta, si nos dejasen los dueños de los establecimientos bajar a verlas todas. Bueno, para empezar a situarnos, vamos a hacer una breve historia de Zaragoza, pero de este entorno. De este entorno maravilloso, qué es mágico, y que está impregnado de buenos espíritus. Este lugar (estamos situados en el centro de la plaza de Santa Isabel, o San Cayetano), que está presidido por la escultura de la Samaritana, realizada por la empresa Averly en 1886, y que durante muchísimos años estuvo en los jardines de La Seo, cuando la plaza del Pilar se dividía en tres plazas diferentes: la del Pilar, la de La Seo y la de Huesca (situada más o menos donde está ahora la Bola del Mundo), es un lugar sagrado, lleno de buenas vibraciones. Vamos primero a situarnos en la Historia y os cuento el porqué de mis palabras. Zaragoza, Cesaraugusta, fue fundada en el año 24 A.C., por el gran Cesar Augusto. El ritual de fundación, de origen etrusco, pero de gran importancia para los romanos, se conocía con el nombre de deductio, y consistía en trasladar un trozo de Roma a la nueva ciudad que se iba a fundar. Para ello, un Augur, un sacerdote, procedía a labrar la madre tierra con la ayuda de un par de bueyes, uno de cada color, blanco y negro, y un arado con la reja de bronce. El sacerdote hacía un dibujo, una especie de rectángulo con dos calles que se cortaban entre sí, y en sus extremos se colocarían las cuatro puertas de la ciudad. El Cardus, norte-sur, con la puerta del Puente y Cinegia. Y el Decumanus, este-oeste, puerta de Valencia y de Toledo. Tras bendecir el perímetro, dentro de estas murallas moraban los buenos espíritus, las buenas vibraciones, y los malos quedaban fuera. Pues bien, estamos al lado mismo del Decumanus, la calle que durante mucho tiempo fue la calle más larga de Zaragoza, con aproximadamente 851 metros, que luego sería la calle Mayor, hasta 1860, y que ahora es Manifestación, y anteriormente Arco de Toledo. ¿Por qué dejo de llamarse Mayor para cambiar por estos nombres? Porque en ese tiempo, el alcalde Antonio Candalija tenía un sueño, hacer una calle totalmente recta que permitiera desde el Coso, ver el Pilar. Y así se levantó la calle Alfonso I el Batallador. Candalija, en 1868, cuando triunfó la revolución llamada La Gloriosa, como era vehemente Isabelino, tuvo que huir de la ciudad montado en burro, vestido de baturro. Y de esa guisa regresó a su Andújar natal. La reina Isabel II y Candalija salieron al destierro, casi al mismo tiempo. Pues bien, la nueva calle dividió a la calle Mayor en tres tramos. Siguió llamándose Mayor el tramo de la calle don Jaime a la plaza de la Magdalena. El de don Jaime a Alfonso, Espoz y Mina, y este último, el que vemos aquí, Manifestación. ¿Por qué Manifestación? Pues en recuerdo de los manifestados. Ahí, al final de la calle, estuvo situada la puerta de Toledo, o Arco de Toledo, que como ya he dicho antes dio nombre a la calle. Dicen que era la puerta más bonita de todo Zaragoza. Esta dibujada en la pared, ahí enfrente. Era toda de hierro y tenía dos torreones almenados, que fueron
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